Dicen que lo bueno si breve dos veces bueno, ha sido bueno, muy bueno y breve, muy breve; si acaso una leve caricia a este vasto y extenso territorio, un sencillo encuentro para conocernos, chocarnos las manos, abrazarnos y saber que nos tenemos que volver a ver. Así es la Costa Oeste de Estados Unidos: enorme, dilatada en el espacio y singular tremendamente singular. Qué bueno sería tener tiempo para intimar o al menos charlar un rato con el fascinante lenguaje de las montañas; de los garabatos de la naturaleza; del desgaste y la depresión del tiempo; del tapíz modelado por el viento y el agua, y de las gentes… peculiares, tan distintas.
Nuestro viaje de principio a fin:
A orillas del Pacífico la ciudad de Los Ángeles, vemos lo que queremos ver, su extensión, sus infinitas autopistas, sus zonas de película, sus Boulevares famosos: Sunset, Hollywood, Rodeo Drive, Beverly Hills, Dowtown, avenidas largas flanqueadas de palmeras, mansiones más allá de muchos de nuestros sueños, tiendas lujosas y distinguidas prohibidas para algunos de nuestros bolsillos. Pero alli mismo también vemos sin ver, tiendas de campaña en las aceras, personas perdidas en el sueño del asfalto, cuerpos y rostros desencajados por la droga… también alli y más allí, como en tantos otros sitios existe la otra cara de la moneda; pero desde estas líneas no arreglaremos nada, asi que dejemos la política para los políticos y sigamos con el viaje.
Lo plantees como lo plantees los parques distan muchas millas unos de otros y las millas son tiempo que hay que pasar, nos dirigimos a Kingman para pernoctar y continuar hasta Selingman, uno de los lugares de nacimiento de la histórica Ruta 66. Un lugar curioso por lo que tiene de fantasía, de reminiscencias de película, de la verdadera esencia de la antígua ruta, tránsito obligatorio durante tantos años. Hoy, salvo unas cuantas millas aquí y allí, el resto es autopista. Reconozco que a mi me encanta todo esto, disfruto fotografiandolo.
Y nos acercamos al borde sur del Gran Cañón, otro impresionante espectáculo natural flanqueando al río Colorado. Da igual observarlo de cualquiera de los miradores o desde el helicóptero, sus profundas hendiduras; sus sombras cambiantes grises, azuladas, rojizas, negras; sus relieves caprichosos e interminables invitan a contemplarlas, a fotografiarlas o simplemente observarlas y disfrutarlas en silencio dejando fluir las emociones. Un hermoso lugar que no defrauda.
Cambiamos de parque, volvemos a escenarios naturales de tantas y tantas películas, Monument Valley, otro desierto polvoriento, una llanura enorme de estructuras gigantescas de piedra arenisca, monolíticos diseminados en la nada que dibujan, dan relieve y belleza a la llanura. Pertenece a la reserva de los Indios Navajos y se recorre en todo terrenos 4 X 4, es otro de esos lugares en los que te parece que ya has estado pero in situ se convierte en asombroso.
Y de camino a la ciudad de Page el lago Powel y el Horseshoe Bend un meandro del rio Colorado en forma de herradura al que te asomas desde las peñas afiladas, otro lugar para contemplar en silencio, para dejar los pensamientos sueltos a merced de las emociones; otro lugar para explorar, pero no hay tiempo para eso, ¡qué pena!, es como si el río Colorado hubiera ido esculpiendo las laderas del cauce durante años, siglos, milénios… y el paisaje fuera un lienzo surrealista único a merced del espectador.
Desde Page estamos muy cerca del Cañón del Antílope tambien dentro de la reserva de los Indios Navajos, quienes lo descubrieron y hoy explotan sin opción ninguna a no hacerlo de su mano, para llegar a la gruta te llevan en sus camionetas, las visitas se hacen siempre en grupos cada uno acompañado por un o una indígena, ellos deciden el ritmo de la visita que, en termino medio, suele ser de unos 40 minutos. El lugar es singular y cada momento es único e irrepetible, no hay una luz igual porque no hay un minuto igual, y aún a pesar de haber visto cientos de fotos en internet recorrer sus formaciones geológicas, paredes arañadas por el tiempo, recovecos iluminados o sombreados por la luz que se cuela, se muestra, se esconde a sus anchas, es una experiencia recomendable cien por cien.
Y seguimos recorriendo millas, salimos del estado de Arizona para llegar al estado de Utah, alli queremos visitar el Bryce Canyon, otro lienzo de la naturaleza que te corta la respiración, un anfiteatro de grandísima extensión esculpido en piedras infinitas diseminadas por todas partes. De nuevo, dependiendo del momento el lienzo geológico cambiará de color y las sombras cortas o alargadas, erectas o tumbadas harán de los contrastes un cuadro admirable. ¡Falta tiempo, sigue faltando tiempo!…
Más millas y llegada al parque más antiguo de Utah, El Zion Park y el cañón del mismo nombre sobre terrenos de arenisca roja, un cañón de 24 kilómetros y en algunas zonas muy profundas. No puedo hablar mucho del lugar porque no es para un día, otra vez interesantes formaciones geológiacas de millones de años, montañas rocosas impresionantes; un lugar idóneo para los enamorados de la montaña, para senderistas con tiempo para acceder a un montón de puntos interesantes. ¡Falta tiempo, sigue faltando tiempo!
Y para finalizar el viaje cambiamos de estado y de tercio, nos escapamos de los fantásticos parques para entrar en Nevada y dejarnos engullir por la ciudad del pecado, por neones y millones de led, por réplicas enormes de los más famosos edificios del mundo, por salones de juego interminables, por hoteles suntuosos, por espectáculos de luz, agua y sonido… Eso a simple vista, luego están los teatros, las boutiques de renombre internacional, los restaurantes, el interior de los hoteles donde puedes encontrar ciudades simuladas, canales, plazas, jardines, galerías enormes, lobbys increibles y casinos, casinos, casinos, pantallas gigantes de juego… dólares, dólares, dólares… que allí se quedan. Una ciudad en el desierto que comenzó por la zona de la calle Fremont, segunda calle más famosa después de Las Vegas Strip. Alli vimos la variedad de personajes más variopintos que pueden verse. Otra zona de numerosísimas películas. Interesante, como interesante es la Experiencia Fremont, también mostrada en diversas películas. Día y medio, dos noches y nos queda mucho por ver.
¡Falta tiempo, mucho tiempo!, como cada viaje que hacemos con Pedro, preparado meticulósamente con Nieves, TODO en su forma, todo en su tiempo, todo en su sitio: cada lugar, cada hotel, cada restaurante, detalles inesperados y momentos, muchos momentos para el recuerdo. Buena compañia, excelentes viajeros y rodar y rodar, arañando millas a los estados Marta y Juan con quien, en pleno desierto, no nos faltaba agua y cerveza fresca; amenizando el entorno Elliot y el gran Pasquale, increible hombre de mundo, un guía fantástico; y para que nada pudiera fallar en los planes de Pedro, los siempre atentos Urchi e Iñaqui, de Viajes Halcón, geniales en sus funciones y también excelentes compañeros de viaje.
¡No hay tiempo para olvidar un viaje así!.
Digo de nuevo algo parecido a lo dicho en otros blogs: mil gracias a los seguidores, no puede haber mejor motivación para el esfuerzo que vuestro interés. También en este viaje he tenido que robarle algunos minutos al descanso, pero aqui quedan.